Cuando la Marina de México anunció el 9 de octubre que había matado a Heriberto Lazcano, líder del cártel más violento en el país, Los Zetas, el hecho fue anunciado como victoria mayor en la guerra contra las drogas. Pero resulta dudoso que la muerte de Lazcano sea el fin de Los Zetas o que reduzca la violencia en México. Después de todo, ya hay un nuevo líder. Quizá los objetivos más útiles sean esos elementos aparentemente menores con nexos claves, de acuerdo con un enfoque sobre análisis de complejidad que pudo ayudar a Colombia —el mayor productor mundial de cocaína— a investigar y procesar a miembros de los cárteles. El análisis de la complejidad presenta a los cárteles de la droga como una red compleja, a cada integrante como un nodo y a sus interacciones como líneas entre éstos. Los algoritmos calculan la fuerza y la importancia de las conexiones. A primera vista, parece buena idea quitar un “eje” central. Cuando el líder colombiano de la droga Pablo Escobar fue asesinado en 1993, por ejemplo, se derrumbó el cártel de Medellín del cual estaba a cargo. Pero, como si fuera hiedra, cortar la cabeza sólo provocó que el cártel se dividiera en redes más pequeñas. Para 1996, en Colombia habían surgido 300 “cartelitos” que siguen siendo poderosos hoy en día, dijo en Canadá Michael Lawrence, del Instituto Waterloo para la Complejidad y la Innovación. En la actualidad los funcionarios mexicanos están copiando el enfoque de la cabeza de la pirámide, explica Lawrence, quien duda que llegue a funcionar. “La teoría de las redes nos dice lo débil que es la política actual”, dice. Los fiscales colombianos disponen actualmente de una herramienta nueva qué añadir a sus métodos de investigación: el análisis de redes. Esto puede formar una parte integral del moderno combate a las drogas, sostiene Eduardo Salcedo Albarán, director de la Fundación Vortex con sede en Bogotá. La Vortex utiliza algoritmos de análisis de redes a efecto de construir diagramas para los casos ante los tribunales que muestran las interacciones entre los miembros de los cárteles, gobernadores y elementos de las fuerzas del orden. Los diagramas revelan vínculos que no resultan visibles de otra manera, lo que Salcedo Albarán llama los “conectores” —gente que no está bien relacionada, pero que hace las veces de puente que une a dos grupos. En México y Colombia, a menudo se trata de policías o gobernadores que reciben dinero de los cárteles. “El conector es el hombre que enlaza lo ilegal con lo legal”, explica Salcedo Alabarán. Debido a que muchos cárteles dependen de sus nexos cercanos con la ley para funcionar exitosamente, eliminar a los conectores podría devastar las operaciones. Se trata de una estrategia razonable, opina Michael Kenney de la Universidad de Pittsburgh en Pennsylvania, si bien no debe ser la única que empleen los gobiernos. La estrategia ideal depende de las metas gubernamentales. Si ésta es poner fin al comercio de drogas tras cual andan, tal vez funcione quitar a los líderes. Pero si el objetivo es reducir la violencia, como ha prometido lograr el entrante presidente mexicano Enrique Peña Nieto, entonces hacer blanco en líderes como Lazcano tendrá el efecto opuesto, asegura Vanda Felbab-Brown del Instituto Brookings en Washington, D.C. Las organizaciones de menor magnitud que surgen de un cártel desarticulado tienden a hacer valer su poder torturando y asesinando personas. Combatir a todas estas facciones requeriría aún más potencia de fuego. Sean Gourley, de la organización de análisis de datos Quid con domicilio en San Francisco, usó datos públicos de nueve insurgencias recientes, incluyendo la guerra colombiana de la droga, a fin de determinar matemáticamente cómo se desarrollan dichas batallas. “Desafortunadamente, si uno pone más fuerzas en tierra, extiende la violencia”, dice. Los datos recolectados en San Diego, California, por el Instituto Transfronterizo apoyan lo anterior. Antes de que se iniciaran en el 2006 las medidas para combatir al narco, en México los delitos relacionados con el narcotráfico ocasionaron la muerte de alrededor de 3 mil 700 personas anuales. En el 2011, ese número rebasó las 16 mil. “La gente sigue diciendo que en México la violencia va a empeorar antes de que mejore, y los cárteles se encuentran en el fin de sus vidas, pero tales predicciones ya llevan años”, dice Lawrence. En cierto momento, sugiere, saldrá ganando un enfoque más matemático. ¿Perdió a su cártel? Sólo búsquelo con Google Los cárteles mexicanos no son sutiles en lo relativo a su paradero. Con el propósito de intimidar a sus rivales y al Gobierno, anuncian sus crímenes más recientes a través de los medios y se amenazan uno a otro por blogs y sitios de Internet. Pero tal práctica ha estado revelando su funcionamiento interno a Viridiana Ríos y Michele Coscia, de la Universidad Harvard. En un trabajo que se presentará este mes en el congreso CIKM, las dos crearon un programa llamado MOGO que revisa Google News en búsqueda de referencias a los diversos cárteles, sus ubicaciones y su influencia entre 1999 y el 2011. Las investigadoras recurrieron al MOGO para diseñar un mapa que muestra dónde estaban trabajando todos los cárteles en cada punto en el tiempo. Su mapa resultó ser bastante preciso, correlacionándose de cerca con los dibujados por la empresa de inteligencia global Stratfor. Los movimientos de los cárteles revelan mucho en torno a sus estrategias comerciales, dice Ríos. Algunos, como los Zetas, son muy agresivos, expandiéndose con rapidez en territorios nuevos y compitiendo con sus rivales. Las organizaciones más antiguas como el Cártel de Sinaloa prefieren fortalecer sus propios territorios en vez de buscar nuevos. Comprender la lógica de los cárteles podría hacer más fácil el pronóstico de sus movimientos, señala Ríos.
19/10/2012